El verano nos mueve a salir y el calor a compartir en abierto. La convivencia se hace a la cara y en la calle nos encontramos realizando actividades de lo más diverso.
Nuestros oídos, como observadores acústicos, levantan acta y almacenan, como cable hacia la nube neuronal, toda esa información sonora que llega cercana, elevada y sin barreras.
El tiempo de verano debiera ser calor y descanso. La diversión y la alegría no debieran ir inseparablemente acompañadas de ruido y molestia. Pero la realidad calurosa se junta con la ruidosa.
Hacer de nuestra convivencia un disfrute común que haga del descanso y compañía una realidad estival debe perseguirse y conseguirse. Hacer de nuestros momentos verdaderos momentos nuestros y no de los demás debe ser una realidad. Cuidar nuestro nivel de conversación a altas horas, la utilización moderada de aparatos de reproducción sonora y ponernos en el lugar del necesario descanso de los demás para respetarlo es una asignatura que siempre nos queda para el verano.
Antonio García. (Director de Abogado del Ruido)