El ser humano hace de su casa su refugio. El remanso de afecto, confianza y protección que le lleva a desatender y bajar la guardia totalmente al cerrar los ojos. Todos confiamos en el entorno que supone nuestro hogar hasta el punto de dejarnos en manos del tranquilo Morfeo.
Si la sociedad fuera consciente de los problemas reales que genera el ruido en tantas y tantas familias, muchos pensamos que el ruido se moderaría y el problema estaría resuelto. Pero, décadas de labor frente a la contaminación acústica me hacen ser escéptico a la hora de vislumbrar un actuar respetuoso y comprensivo ante denuncias y quejas por ruido. Pero esta apreciación personal y también profesional no me hace bajar los brazos y continuar mostrando las bondades de toda acción de concienciación ante este grave problema.
Es importante y toca hablar de cómo esa conciencia llega a modificar nuestros hábitos ruidosos. Mostrar al respeto como el ingrediente más importante en la lucha contra el ruido debe puntualizarse. La educación e información desde muy pequeños se hace necesaria. Todos entendemos como lógico que enseñar en el respeto llevará a una sociedad mejor. Ahora bien, también entra en juego el actuar de las Administraciones, sus normas y formas.

Cuando un Ayuntamiento desatiende las quejas por ruido. Cuando el afectado no recibe la respuesta eficaz a su demanda de descanso está invirtiendo el aprendizaje. El ruidoso, aquel que creció en esos paradigmas de respeto, convivencia,… ve como su actuar no es reprochado. A la vez, el afectado que creció igualmente entendiendo como norma el respeto ve derrumbarse sus pilares. Eso sí, estos últimos con un ruido estruendoso.
Por ello, la confianza en el sistema, cumplimiento y normas es fundamental. Cuando nuestros hogares se convierten entornos donde el vociferar callejero atraviesa puertas y ventanas; el atornillar dominical hace vibrar nuestras paredes; su música en tu casa; ese tubo de escape del que emanan «clavos de ruido» que se proyectan sobre todas las fachadas de la calle; ese cántico de cumpleaños feliz que hace, en plena madrugada, infelices a tantos vecinos…. se demuestra que hemos fallado o fallamos en es sistema de aprendizaje.
Así, los brazos de la Administración se deben abrir para acoger y escuchar a los afectados y a mostrar en infinidad de campañas, el respeto como camino hacia la moderación del ruido. Pero también, la Administración de todos deber emprender infinidad de actuaciones donde la exigencia y riguroso cumplimiento de las normas hagan de nuestros entornos urbanos zonas de tranquilidad y salud, sin ruidos.
Dejemos a Morfeo con su encomienda.
Abogado del Ruido es muy diferente.
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